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De cómo Venezuela nos aventaja

Para Alberto Barrera y Cristina Marcano.

En términos culturales, la democracia venezolana es superior a la mexicana. Lo es, en primer lugar, por el nivel del debate nacional. A despecho de su crispación y envenenamiento, en Venezuela la discusión de los asuntos públicos es más seria, variada, intensa y focalizada que en México. En la prensa, la radio, la televisión; en los cafés y restaurantes de clase media y alta; en los consejos comunales de los barrios pobres, la gente está politizada no sólo en sus opiniones sobre Hugo Chávez y su "Revolución Bolivariana" sino en aspectos que le atañen de manera directa: el abasto de alimentos, la inflación, los servicios públicos, la inseguridad. Sus alegatos no son -como los nuestros- abstractos ni ideológicos, son concretos. Los ciudadanos advierten los errores de los funcionarios y no se cruzan de brazos: reclaman soluciones y, si no las logran, castigan al gobernante con el voto adverso. Ésa es una de las lecturas de las elecciones del 23 de noviembre: un sector de la población quitó su apoyo a los alcaldes y gobernadores chavistas que no cumplieron con su encomienda. La conclusión es clara: como costumbre política, la democracia venezolana nos lleva ventaja.

Otra diferencia esencial a favor de aquella democracia sobre la nuestra es la madurez de su izquierda disidente. Un hombre como Teodoro Petkoff no existe en México. Guerrillero en los sesenta, preso en aquellos años, Petkoff reprobó al "socialismo real" soviético a raíz de la invasión a Checoslovaquia de agosto de 1968, y a partir de ese momento dio comienzo a una compleja travesía intelectual y política. Transitó del socialismo autoritario y estatista a una elaborada convergencia entre el socialismo y el liberalismo fincada en el estricto apego a la democracia. Fundador del Movimiento al Socialismo (MAS), candidato presidencial, activista de tiempo completo, ensayista poderoso y estructurado, al comienzo del chavismo Petkoff vislumbró la regresión futura y junto con varios amigos fundó Tal Cual, el excelente tabloide que dirige y en el cual se ejerce la más inteligente crítica de izquierda al gobierno chavista. Un órgano así tampoco existe en México.

Aunque Petkoff es el líder intelectual y político más conspicuo de esa izquierda democrática opuesta al mesianismo de Chávez y a lo que él mismo ha llamado la "izquierda borbónica", no es el único. Su posición la comparte, con matices, un sector claramente mayoritario del aparato cultural y el mundo universitario. Artistas, escritores, científicos, creadores de toda índole, profesores y estudiantes se identifican con esa postura, no en el sentido de ver en Petkoff un candidato a gobernar sino de asimilar su pensamiento crítico y buscar una plataforma ideológica que modernice para el siglo XXI los ideales del socialismo del siglo XIX, evitando los errores y denunciando los crímenes del socialismo del siglo XX. Esa vocación social fincada en valores democráticos es característica del mundo universitario de Venezuela. Una cultura de izquierda así, una corriente universitaria así, casi no existe en México.

Para modernizar nuestra economía, en México debemos reformar las estructuras monopólicas en la iniciativa privada, el sector público, el universo sindical y aun en ámbitos académicos. Tendría que ser precisamente la izquierda la que debería proponer esas reformas liberalizadoras, pero sigue enredada en paradigmas ideológicos del pasado (estatistas, nacionalistas-revolucionarios, priistas en definitiva), vive secuestrada por un caudillo mesiánico y carece de los órganos periodísticos y mediáticos o las instituciones académicas que comiencen siquiera a prefigurar esa cultura democrática y liberal que vibra en Venezuela. Es a ella, no a los yanquis y "pitiyanquis", a la que más teme Hugo Chávez.

Otros aspectos de la democracia venezolana no son menos relevantes. Uno de ellos es la participación ciudadana. Derivada del nivel de información y discusión en el seno de aquella sociedad pero motivada también por la aguda polarización de su vida política, la participación en las actividades democráticas (específicamente la más básica de ellas que es la participación electoral) es admirable. En casi todas sus elecciones concurre más del 60% del electorado. El otro aspecto tiene que ver con la libertad de expresión. Aunque el régimen impone abusivamente su agresiva presencia mediática, en Venezuela subsiste -acosada pero alerta- la libertad de expresión. Ambos polos se atacan sin misericordia, pero esos excesos son preferibles a la restricción que ahora existe en México. No otro sentido tienen las nuevas leyes del Cofipe que en el 2009 intentarán amordazar a la sociedad.

La izquierda liberal y democrática gobernará, más temprano que tarde, en Venezuela. Esa izquierda liberal y democrática es una alternativa necesaria en México, pero en términos culturales apenas existe. Su representante más distinguido es Roger Bartra que, siendo director de El Machete en 1980, fue el único intelectual de izquierda en entablar un debate respetuoso y fructífero con Octavio Paz, justo en la época en que Paz sufría el más burdo ninguneo de nuestra "izquierda borbónica". Hace poco, conversando con Bartra, comprendí la razón de su viraje: vivió varios años en Venezuela.

Reforma

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